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Nunca debemos olvidarnos de mantenernos humildes y recordar que siempre seremos parte de su especie opresiva. No somos sus dioses. No somos sus amos. No somos sus salvadores. Si escuchamos sus gritos, sabemos que tienen voces. Los estamos ayudando en su lucha. Saquemos al ego humano de la ecuación y estemos más en sintonía con ellos, con lo que necesitan y lo que quieren.