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No nos tenemos que preocupar por nuestra generación posterior de si tienen lo suficiente, si son ricos o pobres, si llegan a ser senadores o presidentes o no llegan a ser nada, porque Dios cuidará de eso. Es suficiente que vivamos una vida ejemplar y luego dejamos esta valiosa esencia de verdad, bondad, y belleza a nuestros hijos. Y esa es la mejor propiedad que pueden heredar de nosotros, y esa es la mejor gloria también.